Matar al padre

Es una metáfora, claro, y también una frase que se escucha y se lee con frecuencia: «hay que matar al padre», o «tienes que matar al padre». Y en general, cuando lo escuchamos, nos parece que no se entiende bien el sentido ya que se suele usar como sinónimo de ser rebelde, de oponerse a los designios paternos como hace un adolescente.

            Y algo de eso hay, claro, pero quizá tendríamos que matizarlo. Y es que en el proceso mediante el que un ser humano se hace hombre o mujer, pasará por una etapa infantil en la que el modo que tendrán de fusionarse imaginariamente con su madre, será —o eso creen los niños— matando previamente al padre que es el rival. La fantasía de los niños (más que de las niñas aunque también de éstas) les dice que una vez muerto su padre, ellos y ellas podrán tener junto a su madre el lugar privilegiado de ser el único. Esto es inconsciente para todos, claro, uno no va pensando esas cosas por la calle.

            Claro, el problema es que esa fantasía, como toda fantasía, pasa olímpicamente de la realidad. Y que una de las cosas con las que el humano se choca constantemente es con los imposibles lógicos. ¿Que cuáles son? Pues por ejemplo el que no se puede estar en la misma generación que los padres. ¿Porque está prohibido? ¡No! Porque lógicamente es imposible. De ahí ese refrán español que dice: «No puedes enseñar a tu padre a hacer los hijos». ¿Y por qué no puedo? —dicen algunos—; ¿es que está prohibido? ¡No, hombre, no! ¿Cómo va a estar prohibido algo que es sencillamente imposible? Pues algunos se empecinan en decir que si no está prohibido, entonces es posible. Durillos de mollera que son.

            Vamos a ver, atentos, si pudieras enseñar a tu padre a hacer los hijos, querría decir que él no sabe cómo se hacen y entonces… ¡tú no habrías nacido!

            Hay que ver lo tontos que nos ponemos los seres humanos cuando sólo podemos entender algunas imposibilidades si se les añade alguna prohibición.

            Otra imposibilidad lógica: el pasado no vuelve. ¡Vaya que no! A mí me dijeron que en mi anterior reencarnación fui un cernícalo —dice uno; ¡Pues a mi tío se le apareció Sai Baba que murió hace miles de años! —dice la otra. Vale, diremos nosotros, pero eso es cuestión de fe. También en la película Regreso al futuro el niño se encontraba con la misma edad que su madre siendo adolescente. Bueno, pero eso es lo que tienen la fe, una fantasía o una peli, que nos hacen aparecer como posibles cosas que a veces no lo son.

            Pues algunos se pasan la vida deseando que muera su padre, creyendo los muy ilusos que eso les va a cambiar la vida para mejor, porque mamá entonces no tendrá reparo en guardarlos para ella sola. ¡Si es que no te enteras! Esperando que muera tu padre, tú puedes dejarlo todo en tu vida para más adelante, puedes no aprobar nunca la Selectividad, ni arriesgarte nunca a buscar un trabajo, puedes no encontrar nunca novia y esperar tanto para tener un hijo que tus espermatozoides se jubilen. Vale, puedes dejarlo todo para mañana, pero lo único que vas a conseguir es una vida mustia. Porque mamá, desde luego, es alguien con sus propios intereses, no con los tuyos.

            Y decimos nosotros, matar al padre ¿no será seguir el propio camino aunque los padres se disgusten (que no para disgustarlos), aunque no les parezca bien? ¿No será algunas veces echarse una novia o un novio que no coincide con el ideal que los padres tenían para su hijo o hija? Ahora bien, si matar al padre es no seguir el camino que aquel o tu madre trazaron, sino el tuyo propio, a partir de ahí tienes una responsabilidad, tienes que dejarte los dientes, las pestañas y hasta los higadillos para que ese camino que emprendiste salga bien. De lo contrario, más que matar al padre, lo único que haces es pisarle el dedo gordo.

            Pero oye, si lo tuyo es obedecer y dejarlo todo para más adelante… ¡tú mismo con tu mecanismo!.