CORONAVIRUS

Bueno, por fin; por fin llegó algo que pone una traba a esta locura occidental, una epidemia que parece cosa del Medievo. Recordemos esas películas sobre los estragos de la peste en la Europa medieval, cuando sonaba una campanita y era que le llevaban los santos óleos o la comunión a un moribundo y había que dejar pasar a la comitiva sin tocarla.

Pues hoy Madrid está casi desierto. Sólo falta que empiecen a rodar por el Paseo de la Castellana o por la calle de Atocha bolas de paja como en las películas del Oeste, cuando los directores quieren mostrarnos un paisaje agreste.

Hace veinte días sabíamos que de China venían personas enfermas, lo que provocó que algunos hicieran comentarios de alto nivel de odio racista que podría pensarse tan superado como la peste misma. Siempre se quiere concentrar lo que los psicoanalistas llamamos Lo Real en una persona (lo que se suele llamar el chivo expiatorio) o grupo social o racial, como si así nos quedáramos todos tranquilos: ese real tan desagradable no es mío, sino de ese o esa que es diferente y por lo tanto peor que yo.

El Coronavirus matará a algunos, inmunizará a otros y terminará por ser cosa del pasado, pero Lo Real no. Lo real está siempre ahí y aparece inopinadamente por cualquier rincón del cuerpo —enfermedades, muerte—, o de la naturaleza —pensemos en los terremotos o los tsunamis—. Lo Real es lo inesperado, lo que nos joroba los planes y nos hace sentir cada día que no tenemos garantías de que se cumplan nuestros proyectos de futuro, aunque nos empleemos en llevarlos adelante porque, si no, seguro que no se cumplen.

¿Qué creíais, humanos ingenuos, que la tecnología, San Google, el brujo Microsoft y el mago Amazon os iban a librar de lo Real? Pues no. Cierto es que la Ciencia logrará que los muertos por el Coronavirus sean muchísimos menos de lo que lo hubieran sido hace sólo medio siglo. Pero mortales seguimos siendo, ¿eh? Aunque parece que son los jóvenes españoles los que hacen gala de mayor negacionismo, por aquello de que tienen más defensas que los mayorcitos.

Eso sí, esperemos que esto nos dé ocasión de volver a lo de nuestros abuelos: la solidaridad, el ‘hoy por ti, mañana por mí’, el apoyo entre vecinos. ¿No nos servirá esto para reflexionar sobre esta onda individualista que atraviesa a ultranza el occidente económico y tecnológico? ¿No se nos caerá la cara de vergüenza ahora que los chinos nos están ofreciendo ayuda para superar la epidemia?

¿Traerá el Coronavirus una vuelta de la humanidad? Si es así, que pase. A mí me pillará en casita.

Algunos temas que se tratarán en la Jornada «Violencia en las instituciones… buscando salidas»

  • Un psicoanalista habla del respeto por los espacios: espacios para que cada niño, cada niña, pueda irse haciendo mayor cociéndose en su propia salsa, y no en los corsés de lo que dicta el Ministerio, o desde el ideario de su Centro escolar. Espacios en la ciudad para que los y las ciudadanas hagan la ciudad suya. Espacios para acoger a los que vienen a trabajar y/o a refugiarse. Para quienes tienen distintas orientaciones ideológicas o sexuales. Espacios en las instituciones para minimizar la tensión existente entre lo público y lo privado, entre las distintas generaciones, entre distintos niveles de jerarquía…
  • A los occidentales nos extraña ver cómo los japoneses al encontrarse se inclinan uno ante otro. Todos pensamos que se inclinan hacia la otra persona, pero en realidad se inclinan como respeto al espacio vacío que hay entre ellos. Un espacio necesario para darnos cuenta de que el otro que está frente a nosotros es eso… otro, y no un reflejo de nosotros de quien creemos poder saber lo que piensa, lo que debería hacer, lo que le haría feliz. Es, entre otros, de este espacio del que hablamos los psicoanalistas. Un espacio necesario para la alteridad.
  • La familia es la primera institución. ¿Qué importancia tendrá entonces el tratamiento que se dé a la violencia intrafamiliar, para el futuro de un ser humano?
  • Sabemos que el estrés continuado en el tiempo provoca cambios en las estructuras cerebrales, tanto más en los niños y niñas que aún no han llegado a su plena maduración. ¿Tienen nuestras instituciones la capacidad suficiente para defender a los niños de sus propias familias? ¿Está en esa defensa la implementación de hogares de acogida sanos para que los niños y niñas puedan hacer lazos afectivos necesarios para su desarrollo, de lo que en las Instituciones que acogen a los niños no disponen?
  • El acoso promueve la segregación de los diferentes. En el caso de que los segregados sean niños o adolescentes, al estar en busca de una identidad que les dé valor a los ojos de alguien, la encuentran formando parte de grupos cerrados, sectas, grupos terroristas… y cuanto más fuerza aparenten tener esos grupos, más identidad creerán tener ellos.
  • En los anuncios de trabajo, cada vez se ve con más frecuencia, tras el anuncio: «Se busca persona con tales títulos, carné de conducir… etc.», un añadido: «Dispuesto a aceptar la presión de trabajo». Algo así como: luego no te quejes si no duermes y tienes que tomar una ayudita para ello o para estar despierto o para estar AUN MÁS despierto (ya nos entendemos)… No te quejes de estrés, ni de que tus hijos cuando lloran le echen los brazos a la niñera antes que a ti o de que se te ha cerrado el estómago por el estrés o la comida basura. Es una violencia aceptada a cambio, en general, de un salario de porquería. Es la violencia institucionalizada de estos inicios de milenio que parece venir para quedarse. ¿Cómo es posible que en un planeta en el que se hizo la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sea más importante el capital que el ser humano? ¿Podremos ir encontrando salidas?

https://www.facebook.com/groups/507854470077220/

Jornada «La violencia en las instituciones… buscando salidas»

En Madrid, el próximo sábado 18 de enero, en los salones de la sede central de la Cruz Roja (Avda. Reina Victoria 26-28), va a celebrarse la Jornada: “VIOLENCIA EN LAS INSTITUCIONES… BUSCANDO SALIDAS”. Habrá tres mesas en la que expertos en los distintos temas, junto a psicoanalistas de la Asociación Análisis Freudiano, debatirán en vivo sobre la violencia en la educación (acoso escolar, dificultades con la autoridad de los docentes…), en la ciudad (violencia de género, segregación de los diferentes…) y en las instituciones (familia, empresas…). El interés es ayudar a transformar los lazos en las instituciones educativas, políticas, sanitarias y sociales, para que se promuevan otras vías que den lugar a la palabra, teniendo en cuenta una mirada de género y de aceptación de las diferencias, con el objetivo de generar nuevos discursos y prácticas.

TRÍPTICO

ENVEJECER Y SER VIEJO

Envejecer es una gaita. Pero una gaita escocesa que, según Les Luthiers, es lo más muermo del mundo.

De todos modos, eso que se suele llamar envejecer: pérdida del atractivo sexual, síntomas corporales por todos lados, la sensación de que cuanto más sabes vivir, menos tiempo te queda para hacerlo… no es nada comparado con lo malo que debe ser el ser viejo.

Ser viejo de verdad, y aparte de lo físico, es no poder hacer nada que te distraiga porque no ves, dependes de los demás para moverte y porque la gente con la que podrías pasar un buen rato, no tienen ninguna gana de pasar ese buen rato contigo.

Hace años, una vieja amiga de la familia, 94 años nos comentaba que quería ir a una psicóloga. Ella a los 70 había ido a la Universidad por primera vez en su vida, había terminado su carrera con 75 y seguía leyendo, acudiendo a conciertos y reuniendo a su familia por Navidad y en verano. Pero a los 94 no se encontraba bien y pensaba que una psicóloga iba a poder ayudarla. ¿Cuál era su problema? Ella lo decía así: “¡Es que no me veo futuro!”. Ese “no me veo” nos tocó la fibra; no es que ella pensara que no lo tenía, sino que no se lo veía y pensaba que un profesional podría ayudarla a “vérselo”.

La queja de esta señora tenía miga, ya que nos hablaba de un pequeño concepto que, según nos parece, es el verdadero Patrimonio Inmaterial de la Humanidad (¡una idea para la UNESCO!) y que los psicoanalistas llamamos “objeto a”. Es el resultado de un montón de operaciones mentales que suponen la aceptación previa de que no lo podemos todo, que si conseguimos algo nunca será inmediato y siempre será insuficiente, que a veces se gana y a veces se pierde, que los demás no son propiedad nuestra sino dueños de sus vidas, que nuestra opinión no es lo mismo que un saber, ni mucho menos ninguna verdad objetiva… en fin, ya saben a qué me refiero. Bueno, pues resultado de operaciones como ésas, aparece en nuestra mente algo así como un espacio vacío que es lo que llamamos “objeto a” (fíjense qué paradoja llamarlo objeto y al mismo tiempo decir que es un espacio vacío). El “objeto a” es un motor, una causa de deseo que nos empuja. Pero nos empuja no hacia los placeres inmediatos, sino hacia la consecución de algo aplazado, en un futuro más o menos largo.

Algunas personas que son bien sanas, vemos que están en general contentas, que tienen objetivos, proyectos, que emprenden cosas y que los problemas de la vida sólo los dejan retirados por un tiempo mientras duran los duelos, pero vuelven a la carga con energía. Las personas que vienen a las consultas de los psicoanalistas lo hacen porque no consiguen ese elán vital, o porque un bombardeo de desgracias ha hecho que no lo puedan recuperar por sí mismos. Su paso por un psicoanálisis suele ayudarles a recuperarlo o a abrir ese espacio vacío.

Nuestra amiga tenía razón. Cuando ya no ves, no te mueves por ti mismo y se te hace difícil hacer proyectos porque dependes de otros para realizarlos… ¿qué te queda? Pues a esta persona le quedaba su fe en que alguien podía ayudarla a recuperar su impulso vital, señal de que había sido una persona sana, por lo que prefería seguir arriesgando que iniciar un camino de quejas y demandas que lo único que hace es alejar de tu lado a quienes podrían querer estar algún ratillo. Pero lo cierto es que debe de ser muy pero que muy difícil que el «objeto a» siga operativo a partir de un cierto momento.

Pero incluso las personas como nuestra anciana amiga, hay un momento en el que se dan cuenta que tienen que rendirse ante algo que es una ley universal, que no está sujeto a opiniones, que toca a los ricos como a los pobres. Y ese tiempo de la dependencia antes de que llegue el final, es una gaita, una grandísima gaita que no todo el mundo está preparado para soportar.

Para terminar de un modo un poco más alegre, he aquí el resultado de las cavilaciones de Quino: alguien que ha sabido metabolizar los dolores vitales.

VIVIR DEBERÍA SER AL REVÉS

Se debería empezar muriendo y así ese drama quedaría superado.

Luego te despiertas en un hogar de ancianos, mejorando día a día.

Después te echan de la residencia porque estás bien y lo primero que haces es cobrar tu pensión.

Luego, en tu primer día de trabajo te dan un reloj de oro. Trabajas 40 años hasta que seas bastante joven como para disfrutar del retiro de la vida laboral.

Entonces, vas de fiesta en fiesta, bebes, practicas el sexo, no tienes problemas graves y te preparas para empezar a estudiar.

Luego empiezas el cole, jugando con tus amigos sin ningún tipo de obligación, hasta que seas bebé.

Los últimos nueve meses te los pasas flotando tranquilo, con calefacción central, servicio de habitaciones, etc.

Y al final… ¡abandonas este mundo en un orgasmo!

DE COMPROMISOS Y DUELOS EN EL MUNDIAL DE FÚTBOL

El mundo futbolero anda de capa caída en España. Según nos cuentan, todo empieza porque el famoso entrenador del Real Madrid, Zinedine Zidane, en la cumbre de su carrera tras ganar la Champions, decide marcharse cubierto de laureles. Pensó en que era su momento para marcharse, no en el fútbol. Nada se le puede reprochar. Es un posmoderno; lo suyo es el Carpe diem y no puede pensar más allá de sus narices, es decir, en algo más amplio que sus intereses. Por ejemplo, no pudo pensar que del equipo al que llevaba años entrenando, algunos jugadores iban a disputar muy poco tiempo después el Mundial de Fútbol 2018 como miembros que eran de la Selección española. No pensó que la marcha de alguien que ha ocupado un lugar tan importante para los jugadores, desestabiliza la cabeza de cualquiera y que, para volver a estabilizarla, es preciso hacer un trabajo de duelo. Trabajo que no es lo mejor cuando vas a tener que jugar un campeonato como el Mundial en unos días.

Pero hete aquí que las cosas podían ir aun peor, ya que dos días antes del comienzo del Mundial… ¡dos días!, el millonario y poderoso presidente del Real Madrid que acaba de perder a su entrenador, decide hacer un ofrecimiento también millonario… justamente al Seleccionador de la Selección española, Lopetegui, para que vaya a entrenar a su equipo (cuyos integrantes, recordémoslo, están en duelo por la marcha de su entrenador). La oferta económica debía de ser deslumbrante, mucho más que si se esperara a que el Mundial terminara con un mal resultado para España, lo que hubiera bajado la oferta bastante. Pero, sobre todo, si conseguía que Lopetegui abandonara a La Roja, insisto, ¡dos días antes del comienzo del Mundial!, el dicho presidente daría muestras de su gran poder.

¡Qué paradoja y qué decepción! Resulta que al Presidente de un equipo de fútbol lo que menos le interesaba era el fútbol, esa manera de sublimar la guerra a base de reglas de juego. Pero por Dios, ¿cómo puedo ser tan tonta? Claro, María-Cruz, estos pavos están ahí por su goce, no por su deseo; están por sus intereses: el poder, el dinero, la fama…

No menos puede decirse de Lopetegui, que abandona a sus ‘chicos’ ya en capilla.

Una pregunta tonta para los Señores Pérez, Zidane y Lopetegui: ¿llevan ustedes a sus hijos a colegios donde les enseñen valores?… A ver, por valores me refiero a la dignidad, al pundonor, a la ética del trabajo bien hecho y no sólo al dinero que nos pueda reportar; al de la palabra dada, los compromisos… porque qué contradicción, ¿no?

¡Pobres chicos de La Roja, con un duelo doble sobre sus pantorrillas!

¡Y que tenga yo que ocuparme de defender al fútbol, cuando nunca me ha interesado ni un cuerno…!

Los Centros Médico PsicoPedagógicos en Francia

Me parece importante firmar esta petición que desde la Asociación Análisis Freudiano/Analyse Freudienne hemos lanzado en Change.org: https://www.change.org/p/agn%C3%A8s-buzyn-manifeste-pour-la-pr%C3%A9servation-des-cmpp-et-la-libert%C3%A9-d-exercice-de-ses-acteurs

Es importante porque supone defender la libertad de los y las profesionales de la salud mental y de las y los pacientes que serán escuchados en su singularidad, y no como cerebros enfermos a los que se aplica la misma terapia que a otras personas que tienen los mismos síntomas, como si los síntomas no tuvieran que ver con la subjetividad de cada uno y cada una. En cuanto a los y las profesionales, se trata de defender su capacidad para elegir cómo tratar a quien viene a consultarles en función de lo que escuchan de ellos, y no en función de lo que un manual o una autoridad que no los conoce ni escucha, dice que hay que hacer con ellos y ellas.

Por otro lado, lo que está ocurriendo en Francia ahora, es una tendencia generalizada en todo el mundo occidental que ahora llama hiperactivos o trastornados de oposición a quienes antes llamaba «niños» o «adolescentes», y cree que tiene depresión quien solamente está triste o está en duelo, un mundo que está hiperdiagnosticado e hipermedicalizado. Defender los CMPP franceses es luchar porque esto no termine por ocurrir en España más de lo que está ya pasando.

Esto de abajo es la traducción del texto del mensaje publicado en Change.org en francés.

MANIFIESTO PARA LA PRESERVACION DE LOS CENTROS MÉDICO-PSICOPEDAGÓGICOS Y LA LIBERTAD DE EJERCICIO DE SUS PROFESIONALES
 
La Alta Autoridad de Salud de Francia (HAS) acaba de publicar una guía sobre los Trastornos Específicos del Lenguaje y de los Aprendizajes (TSLA), que promulga una verdad de Estado: los trastornos “dis” (dislexia, discalculia, disgrafía… etc.), los TSLA, serían consecuencia de trastornos cognitivos específicos del neurodesarrollo.

La Alta Autoridad de Salud de Francia, establece en dicha guía “protocolos de cuidados”, a los que todo profesional o estructura debe conformarse a fin de respetar el pliego de condiciones, corriendo el riesgo de no ser reconocido por las Agencias Regionales de Salud que financian y controlan la aplicación de estas directivas. La organización tecnocrática de esta planificación de los cuidados excluye toda opinión o toda práctica distinta de las prescritas por la HAS, la cual tiende a uniformizar progresivamente y controlar soberanamente la totalidad del campo de los cuidados psíquicos.

Los profesionales de los Centros Médico Psico Pedagógicos, por la historia y las prácticas específicas de estas instituciones —junto con la Educación Nacional, por ejemplo— han adquirido un saber sobre el trabajo con los niños y los padres a los que reciben en ellas. Esta guía de la HAS desprecia este saber, niega su libertad de elección de tratamiento y su responsabilidad. Reduce a los profesionales de los CMPP al papel de técnicos que sólo sirven para ejecutar procedimientos formateados por “expertos” cuya ideología tecnocrática se inspira en la Organización Científica del Trabajo del taylorismo o de las prácticas neo-empresariales. Los niños son reducidos ahí a su trastorno, o a ser cerebros dañados, lo que está lejos de cualquier dimensión subjetiva y significante.

Nosotros nos oponemos a estas guías unívocas y exclusivas que no sostienen ninguna complejidad ni controversia, ninguna pluralidad de las prácticas y diversidad de las referencias. La aplicación de estas guías y de estos recorridos de cuidados, firman la sentencia de la desaparición programada de los CMPP. Pedimos que la libertad y la responsabilidad clínica de los profesionales sean respetadas, que se reconozca la pluralidad de enfoques y abordajes, y que estos profesionales puedan ejercer su oficio sin ser confundidos con ejecutantes de una ideología oficial, autoritaria y absoluta.

Reaccionemos hoy a lo que se presenta como inevitable, puesto que mañana será demasiado tarde.

 

¿Resignación, aceptación, asimilación…?

pintura-japonesa-viejo-ayudadoEn el colegio no había semana que no nos torturaran la mente con la Historia del Santo Job: que si tenía una gran paciencia, que si sufría sin quejarse, que si amaba tanto a Dios que estaba dispuesto a aguantarlo todo… y que en eso no se parecía nada a nosotros, niños y niñas díscolos y desagradecidos con todo lo que la vida nos proporcionaba. Eso hacía que tuviéramos un poco de manía al santo, igual que se la teníamos al primito Felipe o a la primita Mariloli con quienes también nos comparaban todo el rato porque no llevábamos como ellos los calcetines subidos hasta la rodilla, sino hechos un gurruño disforme en los tobillos, o porque nuestras trenzas mostraban un deshilachado nada propio de una niña formal.

Pero hace algunos años, buscando una cita para un trabajo, nos dio por leer la historia de Job en la Biblia y nos encantó. No tenía nada que ver con lo que nos habían contado en la infancia… como suele pasar con casi todo.

Resulta que Job que era un hacendado riquísimo, por lo que daba gracias a Dios a todas horas, es puesto a prueba por Satán tras una conversación con Dios en la que le apuesta a éste que si le caían al riquísimo unos cuantos males encima, dejaría de ser tan piadoso. Prueba que Dios acepta en dos etapas: en la primera le dice a Satán que puede tocar los bienes de Job, pero no su persona. Después de arruinarlo y acabar con sus hijos, el pobre Job sigue alabando a Dios. Entonces Dios permite a Satán que toque su salud, pero no su vida, y ahí es donde lo llena de llagas purulentas y enfermedades de pies a cabeza. Lo que Job hace entonces es dirigirse a Dios para preguntarle por qué le envía a él todos esos males y no a los malvados. Pero Dios no le contesta, claro, porque ¿qué va a decir? Pero Job sigue sin maldecirlo y, lo que es más importante para nosotros (me refiero a los psicoanalistas), tampoco se pasa el día quejándose ni entregándose a su desgracia. Digo que nos interesa porque eso le permitiría hacer el duelo en lugar de proporcionarle una buena depresión.

Una pequeña digresión, porque llegan a verle tres amigos y lo ven tan depauperado que pasan tres días a su lado en silencio. Ejemplo debería tomar toda esa gente que cada vez que se les cuenta un problema se empeñan en darte la solución que por supuesto es la suya, o decirte que tú eres fuerte para soportarlo, o que tienes que mantenerte firme para sostener a los demás. Bueno, luego los amigos de Job metieron bastante la pata, pero a nosotros hoy nos interesan esos primeros tres días de acompañamiento silencioso.

Los finales del siglo XX y los inicios del XXI con sus adelantos técnicos y científicos, nos han hecho creer, al menos a los habitantes del llamado mundo occidental, que tenemos derecho a elegir nuestro destino; y eso porque durante muchos años algunas generaciones de algunos segmentos sociales hemos podido hacerlo más o menos. Sin hambre, sin penalidades, con longevidad. Por eso, creyendo que las vacas orondas iban a durarnos para siempre, nos hemos empeñado en ser nosotros mismos y en no formar parte de la caterva que tenía que salir a matar al oso para poder comérselo y abrigarse, o más tarde de las miríadas de personas con los pulmones negros de pasar el día en las minas o las fábricas. Estos años nos han hecho creer que somos los únicos responsables de nuestra vida… pero no contábamos con la crisis, con la desaparición de la ingenuidad del poder que ahora por fin ha logrado tenerlo todo calculado y controlado desde las finanzas, la justicia y los medios, con la vejez que nos ha pillado a traición… en fin, no contábamos con lo real y, de ello, con lo que menos contamos es con la muerte. Pero estas cosas ocurren y Job lo sabe.

Creímos también que ya no habría imposibles y eso nos obliga a hacer miles de cosas cada día hasta el agotamiento, como si el día durara cuarenta horas, o nos hace creer que vamos a curarnos de todo, lo que hace que nos desesperemos al creer que es culpa nuestra no lograr lo imposible.

Job sabía que todo podía ser peor frente a lo Real. Que él podía trabajar mucho, orar mucho, pero que si te cae un tsunami de cualquier tipo, real o metafórico, te has jorobado. Que él lo llamara Dios a ese Real es lo de menos[1]. Es que existe lo Real de la genética, de los contagios, de los límites del reloj, del deseo por alguien, el de una vida… etc. Él hacía dos cosas frente a su desgracia. Por un lado le pregunta a Dios a ver por qué si él cumple con el pacto le envía eso —como para decirle que si quiere cambian el pacto, pero que el otro, por mucho Dios que sea, lo cumpla—; y le pide que si quiere su muerte pues que lo mate de una vez pero que no juegue con él, es decir, él intenta lo que puede para estar bien, como un enfermo tendrá que ser disciplinado con su alimentación y medicación, o un deportista con sus entrenamientos, porque pueden rezar mucho o ser muy amables, pero si no se medican o entrenan, pierden. Y por otro lado, sabiendo que ya ha hecho todo lo que podía hacer, simplemente espera -imagino que rogando que no le cayera algo peor, porque sabía que eso podía ocurrir, no forzosamente por mala fe o por algo personal, sino porque puede pasar y entonces pasa. El era un minimalista. Ser minimalistas como Job supondría no seguir reivindicando por comparar nuestra vida al ideal que fantaseamos que debería ser, quizá porque estamos convencidos de que nuestro ego no merece menos que dicha vida ideal. Como dijo Freud: “… todo daño inferido a nuestro omnipotente y despótico yo es, en el fondo, un crimen de lesa majestad[2]. Qué diferencia con los primeros años del Siglo XX que vivieron nuestros abuelos, y no digamos más atrás, ya que estoy segura de que para mucha gente, poder comer y abrigarse era ya motivo para echar cohetes.

Ahora bien, tampoco vemos en Job esa actitud de aceptar, asimilar y resignarse que algunos pretenden ser la más madura o la más cristiana o la más zen y que ahora viene con aroma oriental y new age. ¿Por qué hay que aceptar los males, ni mucho menos ese latiguillo que se escucha hoy de que han venido PARA algo? ¡No señor, hay cosas que no vienen para nada! Pero vienen. Otra cosa es no negar que eso ha ocurrido, reconocer que puede venir y que está ahí… un poco como Alien.

De todos modos, al conversar con Dios Job no lo hace en un tono reivindicativo, y simplemente con pensamiento y palabra intenta trabajarse un nuevo acuerdo con Dios, igual que el enfermo maduro se trabaja su salud en lo que puede y espera a que todo pase para seguir viviendo su vida lo mejor posible, sin perder demasiado tiempo en lamentarse. No entregarse al lamento evita las depresiones y agiliza los duelos.

No aceptar la desgracia no es estarse peleando todo el día sino, tras ocuparse de aminorarla,  dedicarse a otra cosa, lo que es distinto de aceptar, asumir, resignarse. Hay que intentar conectar el deseo con algo, como se pueda, generar proyectos, conectar con gente no envidiosa, alegre. Al fin y al cabo, sabemos desde Freud[3] que la manera natural y espontánea de terminar los duelos es cuando nuestra líbido, nuestro deseo, se liga a cosas nuevas y eso lo hace cada uno cuando puede, porque el proceso de duelo es inconsciente. Pero podemos ayudarle un poco.

También tenemos la frase de Freud: “Setenta años me enseñaron a aceptar la vida con serena humildad”[4]. Claro, pero eso no es resignarse, sino saber que la vida es así y que no tienes a quién quejarte porque te va a dar igual. Pero ojo que la humildad de Freud no era quedarse en su sillón como un pajarito mortecino, sino seguir produciendo hasta el último aliento, es decir, ligando su líbido a lo que a él más le hacía desear: su producción teórica y su clínica.

Eso no quiere decir que el que enferma o el que envejece, o el que pierde algo muy valioso no pueda estar triste. Claro que lo estará. De hecho hay golpes bajos de la vida como el de hacerse viejo que es como salir a un escenario a vivir y que te tiren un tomatazo en plena cara. Pero tristeza no es depresión. A la tristeza tendremos que hacerle un hueco en nuestra vida y, a base de intentar ligar nuestra líbido a cosas deseables, esperar a que pase. Pero no es una enfermedad, sino el sentimiento que nos produce una pérdida o un fracaso.

Hay otra frase de Freud que nos interesa para nuestra reflexión. Es un texto que escribe durante la Primera Guerra Mundial y dice así (sugiero que donde dice muerte, leamos cualquier tipo de desgracia): “¿No deberemos de confesar que con nuestra actitud civilizada ante la muerte nos hemos elevado una vez más muy por encima de nuestra condición y deberemos, por tanto, renunciar a la mentira y declarar la verdad? ¿No sería mejor dar a la muerte, en la realidad y en nuestros pensamientos, el lugar que le corresponde y dejar volver a la superficie nuestra actitud inconsciente ante la muerte, que hasta ahora hemos reprimido tan cuidadosamente? Esto no parece constituir un progreso, sino más bien, en algunos aspectos, una regresión; pero ofrece la ventaja de tener más en cuenta la verdad y hacer de nuevo más soportable la vida. Soportar la vida es, y será siempre, el deber primero de todos los vivientes. La ilusión pierde todo valor cuando nos lo estorba”[5].

Job le hace un lugar al imposible, a la falta en todas sus dimensiones. Por eso resiste. No era un melancólico que cree ser nada y tener la culpa de todo. Es alguien que sabe que es un hombre justo, pero que puede sucederle algo malo igual que a uno injusto.

 

 

[1] Fue Lacan quien apuntó que Dios y el inconsciente son lo Real (nota para iniciados).

[2] S. Freud: Consideraciones sobre la guerra y la muerte, O.C., Biblioteca Nueva, Madrid 1972, p. 2115.

[3] S. Freud: Duelo y melancolía, O.C., Biblioteca Nueva, Madrid 1972.

[4] Entrevista realizada a Freud al final de su vida y que puede encontrarse en Internet.

[5] S. Freud: Consideraciones sobre la guerra y la muerte, O.C., Biblioteca Nueva, Madrid 1972, p. 2117.

Elegy

2 de diciembre de 2016, cita en ALICANTE con el cine, el psicoanálisis y la cultura: https://cinepsicoanalisisycultura.wordpress.com

Fue una presentación muy discutida y en la que aprendimos mucho. Mi texto apareció después en: http://wp.me/p2EKBM-2P

Cine psicoanalisis y cultura.

Presentación: 11 de junio de 2010.

Presentan:

Mª Cruz Estada, Jorge Camón y Paz Sánchez. Psicoanalistas. José María López y Lola Monleón. Psicólogos. Madrid.

Coordina: Lola Fabregat. Orihuela.

Ver la entrada original

Inhibiciones, bloqueos y otras hierbas

BYZ.jpg

El otro día, una persona me hablaba de lo bloqueada que estaba para escribir algo que había comenzado con mucho entusiasmo hacía unos meses. Decía que cada vez que se ponía delante del ordenador, lo que llevaba hecho hasta entonces le parecía pobre, escaso, mezquino… en fin, me bloqueo sólo de intentar recordar todos los sinónimos de la chatura literaria que empleó.

A mí se me ocurrió contarle el día que perdí mi inhibición (toda pérdida tiene su primer día que suele coincidir con el de una ganancia). Fue gracias a la intervención de un buen amigo. Resulta que este amigo y maestro me invitó hace ya bastantes años a presentar una ponencia en Paris en un congreso de psicoanálisis. Le dije que ni loca, que menudo susto, que bastante tenía con presentar cosas en España.

Me dijo que claro, que lo entendía, que hacía bien en no aceptar, porque en cuanto empezara a hablar allí, ¡¡¡ todo el mundo se iba a dar cuenta de que yo no era ni Freud ni Lacan !!!

A partir de ahí me di cuenta de que no podía seguir comparando lo que yo hago con ningún ideal porque, si así fuera, no podría avanzar y eso, sobre todo, porque lo que importa es hacerlo para mí, por el deseo de hacerlo, no para que otro me mire arrobado. Es a los bebés a quienes miramos arrobados. Uno tiene que seguir madurando que es lo mismo que decir que, si quiere andar bien oreado por la vida, tiene que salir cuanto antes de ese lugar donde sólo espera ser el objeto que fascine al otro, y empezar a ser para uno mismo.

La intervención de mi amigo me ayudó mucho a poder mostrar aquí, en Paris y donde sea, que eso que digo en una conferencia, en un artículo, en un libro, habla del punto al que yo he sido capaz de llegar hasta ese momento y que mañana llegaré más lejos si me sigo esforzando, pero nunca, nunca, nunca, conseguiré llegar a la altura de mi ideal. Y eso por una sencilla razón que la misma palabra «ideal» ya indica: que pertenece sólo al mundo de las ideas y nunca a la realidad.

Con el ideal sucede como con la famosa zanahoria/señuelo a la que siempre aludimos: que cuanto más nos acercamos más se aleja, así que más vale pasarlo bien con lo que somos capaces de hacer en cada momento porque compararnos con el ideal sólo va a bloquearnos, a inhibirnos y, en resumidas cuentas, a amargarnos y atormentarnos.

Y ahora un comentario para psicoanalistas: ¿alguna vez habíais pensado que el Yo ideal (el Ideal Ich freudiano), no es más que un objeto perfecto para ser gozado por el Otro? Pues menudo dramón.

(Tomé la imagen prestada en el blog: http://dixitdigital.com.ar)

Guardar

Guardar

Guardar